Todavía recuerdo la única imagen que me queda de ti: tu, de espaldas, marchándote. Tu espalda era la pagina en blanco que quería rellenar con todos mis versos, con todos mis besos. Pero no pudiste esperar, y dejaste tu huella en mi, como si me tratase de una playa, aquella donde todos nuestros besos iban a tener comienzo, pero no fin.
Explícame Becquer, tu que hablas de la soledad, que paseabas de la mano cada domingo con ella, como supero el castigo impuesto por el sonido de la puerta de mi casa al irse él. Tu que hablas de la poesía, sin haber conocido el sentimiento que se hallaba en mi cada vez que me guiñaba un ojo y se iba manteniendo el porte, manteniendo ese algo que siempre me ha vuelto loca.
Declarome culpable, de fijarse en alguien que no merecía ni que le hubiera dicho mi nombre, aún así fuiste mi más bonita casualidad, mi Roma o mi amor, o como quieras llamarlo. Y te confesaré algo, Becquer y yo estamos de acuerdo en algo...
[...]
¡Que es poesía! ¿Y tu me lo preguntas?
Poesía... eres tú.
Sugus de limón
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