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domingo, 1 de junio de 2014

Perfectamente imperfecto.

Éramos el y yo. No había nadie más. Me cogía y me lanzaba arriba y abajo como una niña pequeña, desafiando a la gravedad. Pero nada importaba en aquel momento. Y cuando riéndome le decía que parara, que me iba a caer, él se reía y me hacia mas cosquillas. Después nos caímos en la cama y me abrazó. Era un abrazo protector, tierno, dulce, cariñoso…y a mí me encantaba. Después se puso de pie y me lance a él sin saber por qué. Me sujetaba y yo le abraza, mis manos tocaban su pelo y mis brazos rodeaban su cuello.  Me bajó despacio dejando a menos de dos centímetros sus labios de los míos; y cuando logré tocar el suelo con los pies, me sentó en la cama y muy serio dijo aquellas palabras que había estado esperando toda una vida. Esperaba a que terminase para por fin poder darle uno de esos besos que te quedas sin aliento pero… la habitación se volvió negra y él desapareció. Fue cuando me desperté y me di cuenta de que la verdad era otra, pero los sentimientos eran tan reales que llegué a pensar que el sueño era la realidad. Me maldije por no poder hacer realidad los sueños porque en esos minutos fui la persona más feliz del universo. 
Sugus de piña

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