Éramos el y
yo. No había nadie más. Me cogía y me lanzaba arriba y abajo como una niña pequeña,
desafiando a la gravedad. Pero nada importaba en aquel momento. Y cuando riéndome
le decía que parara, que me iba a caer, él se reía y me hacia mas cosquillas. Después
nos caímos en la cama y me abrazó. Era un abrazo protector, tierno, dulce,
cariñoso…y a mí me encantaba. Después se puso de pie y me lance a él sin saber por
qué. Me sujetaba y yo le abraza, mis manos tocaban su pelo y mis brazos
rodeaban su cuello. Me bajó despacio
dejando a menos de dos centímetros sus labios de los míos; y cuando logré tocar
el suelo con los pies, me sentó en la cama y muy serio dijo aquellas palabras
que había estado esperando toda una vida. Esperaba a que terminase para por fin
poder darle uno de esos besos que te quedas sin aliento pero… la habitación se volvió
negra y él desapareció. Fue cuando me desperté y me di cuenta de que la verdad
era otra, pero los sentimientos eran tan reales que llegué a pensar que el
sueño era la realidad. Me maldije por no poder hacer realidad los sueños porque
en esos minutos fui la persona más feliz del universo.
Sugus de piña
Sugus de piña
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